La mujer del Río Santa CatarinaPor la tarde siguiente, Ignacio se volvió a encontrar con sus vecinos, con el fin de ponerse de acuerdo para por la madrugada regresar juntos cada quien a su casa, luego de lo que les había pasado era mejor estar acompañados. Los muchachos quedaron puntuales, y se iban a esperar justo en la gasolinera donde trabajaba Ignacio, para luego partir.

Durante todo el día Ignacio no dejó de pensar en lo que había ocurrido, se sentía temeroso y además confundido ya que esa mujer lo llamó por su nombre, no sabía qué pensar sobre el misterioso hecho.

Llegó la hora, Ignacio y sus dos vecinos se encontraron, ya más tranquilos decidieron comenzar a caminar para sus casas, todo estaba bien, platicaron cómo les había ido a cada quien en su jornada laboral, sin embargo el nerviosismo se hizo presente cuando los muchachos llegaron de nuevo al lecho del Río Santa Catarina.

A los jóvenes no les quedaba opción, tenían que pasar por el mismo tramo ya que así acortaban el camino. Cuando llegaron justo donde una madrugada antes habían visto a la mujer sentada en una piedra sobre el agua, la escena parecía repetirse, y de pronto, de nuevo volvieron a escuchar la voz de aquella dama, seguía llamando el nombre de “Ignacio”, cada vez más fuerte, el ruido era más tenebroso, el tono de ella ya no se escuchaba amable, ahora se le notaba como molesta.

Ignacio y sus vecinos corrieron, sin embargo el primero tropezó con unas piedras, mientras que sus dos amigos se alejaron y lo abandonaron. Ignacio tardó unos segundos en pararse, ya que había sufrido un golpe. Él volteó a su lado derecho y sobre el mismo río observó a la joven mujer, alcanzó a ver su rostro, estaba de lado y era bello. Ella llamó al joven por su nombre, con sus manos le decía que fuera, que se acercara a donde estaba, pero él se quedó quieto, la voz se volvía dulce como la primera vez. Ignacio notó que la mujer estaba flotando en el agua, sus pies rebasaban al menos medio metro, ella mostró el otro lado de su rostro, era una calavera.

Ignacio se había dado cuenta que lo que estaba viendo no era una mujer, era un fantasma, un alma en pena. El muchacho nunca se explicó el por qué en ese momento no pudo correr, se quedó varios minutos viendo a la joven, quien seguía llamándolo, él se acercó, caminó varios pasos, luego ella se detuvo, para después lanzarle una moneda.

El entonces joven Ignacio se agachó para levantar la moneda, era de oro, luego observó que la mujer había desaparecido. El muchacho caminó desconcertado, llegó hasta su casa.

Ya durante la mañana, Ignacio se enteró que sus dos vecinos los que lo habían abandonado, fueron atacados por unos malandrines, quienes los dejaron malheridos, sin embargo ya se encontraban en sus casas recuperándose.

Al tercer día Ignacio pudo contarle a su madre y hermanas lo que le había ocurrido, les enseñó también la moneda, misma que decidió vender, por ella le pagaron más de lo que se pudo haber imaginado. Con ese dinero compró un horno y decidió hacer pasteles, ya que antes de trabajar en la gasolinera trabajó en una pastelería.

En la actualidad y gracias a esa moneda de oro, Don Ignacio es dueño de una importante cadena de pastelerías en Nuevo León, él jamás ha olvidado esa tétrica experiencia que provocó su prosperidad económica.

Laurita Garza
@LauritaGarzacom