La siguiente historia fue contada por Don Roberto, abuelo de una lectora de Regiando, que amablemente nos invitó a la casa de su abuelo, ya que él quería compartir ésta experiencia que vivió en el año de 1961 al norte de la ciudad.
A principios de 1961, Roberto y Marisela contrajeron nupcias, teniendo una modesta boda, a pesar de que los padres de éstos eran de familia acomodada, los jóvenes quisieron tener una ceremonia muy íntima, necesitaban ahorrar para comprarse una casa, ya que se habían casado en contra de la voluntad de sus padres.
Así, rentaron una modesta casa, en un barrio al que no estaban acostumbrados, Marisela al mes de casados, le dio la sorpresa a su marido que esperaban un bebé, entre emociones y preocupaciones, se prometieron darle lo mejor al fruto de su amor que estaba por llegar al mundo.
La situación de trabajo en aquellos tiempos era difícil, ya que las jornadas laborales eran extensas, los gastos que tendrían serían muchos, la casita estaba cómoda y decorada modestamente, teniendo como vecinos a personas amables con las que entablaron una amistad, pero atrás de su casa se encontraba un terreno baldío, que estaba protegido por una gran barda, al principio a Marisela le daba temor por las noches, ya que en una ocasión le comentó a su marido que sentía que por la ventana de la sala la observaban, claro que Roberto le contestaba que era imposible ya que no había manera que alguien se introdujera al terreno.
Los días pasaron, era una noche en el que el ruido de los grillos se escuchaban tan claros, cuando de pronto Roberto escuchó el crujir de las ramas, era el caminar de una persona que se acercaba al otro lado de la ventana, cuenta Roberto que en ese momento no sintió miedo alguno, que una extraña calma se apoderó de él, cuando estuvieron de frente, un hombre le dijo que si le podía regalar un cigarro, que tenían que platicar, que su visita sería corta y era una cortesía porque era el esposo de Marisela.
Roberto le dijo al sujeto que era imposible que le pasara el cigarro por esa ventana que tenía una malla que no se podía quitar, no cabía, él le contestó que se lo pasara que no habría problema, en ese momento Roberto no se explicó como el extraño hombre había tomado el cigarro que le pidió.
La noche caía y el viento soplaba, una extraña niebla se apoderó del lugar, ya desesperado Roberto, le preguntó qué era lo que buscaba, no quería que su esposa despertara y se diera cuenta de la presencia del extraño.
El hombre le dijo que no se preocupara que no le pasaría nada, que él solo venía por Marisela, Roberto se acercó más a la ventana y le contestó que no entendía lo que le decía, que se explicara, el sujeto le explicó que su esposa le pertenecía y que ya era hora de que la reclamara, que ya sabía que estaba embarazada y que el bebé sería una niña, Roberto de inmediato se incorporó y le pidió al extraño que se retirara porque para una broma ya era bastante.
El extraño le preguntó que si sabía quien era él, Roberto le contestó que sí, pero que lo que pedía era imposible, que Marisela era su esposa y que la quería más que a su vida, el hombre con toda calma le dijo que no podía oponerse a lo que ya estaba escrito, que agradeciera que no se la llevó el mismo día que la desposó.
Roberto insistía que eso era imposible, que esperaban un bebé y que lo que decía no se podría cumplir, el hombre con una risa muy marcada le dijo que por cortesía a él, que era un hombre bueno le contaría desde cuando Marisela estaba prometida a él, Roberto se sentó nuevamente para escuchar lo que el extraño hombre le contaría.
La historia continuará…
Laurita Garza
@LauritaGarzaCom